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era medellin su tierra prometida

era el placer para su pituitaria fuera linea fuera raya llalalalalal, bueno amigos aki os pongo el vol 2 de la historia de x-wngn del otro dia, disfrutenla amigos! ( joder me acabo de joder una uña ! la puta de oros!)

La concubina de satán: señalado por la muerte (Segunda parte)

La idea de mearse en la pecera invernaba en la cabeza de Laurita, como si de un
fantasma se tratase, desde hacía varios meses.Con el tiempo, el lado más tétrico
de la mente de Laurita había fraguado a sus espaldas un intenso odio hacia el pez
que habitaba en aquella pecera.

Todo comenzó en las pasadas navidades. La abuela de Laurita filtró a esta que
sus padres estaban sopesando la posibilidad de regalarla una mascota. Laurita
siempre había querido un perro, a lo que sus padres siempre se habían negado,
pero esta vez parecía que iba a conseguir obtener su deseo.

Llegó la Nochebuena y Laurita apenas podía contener su paciencia. Después de la
cena, sus padres la regalaron un par de muñecas más para añadir a su colección y
tras estos presentes pidieron a Laurita que se vendase los ojos para su siguiente
regalo.

Laurita, recordando la revelación de su abuela, no cabía en sí de gozo. El par
de minutos que permaneció vendada le parecieron un abismo de tiempo casi
insalvable en el cual afinó sus oídos por si en medio de aquella oscuridad podía
escuchar algún ladrido que delatase la presencia del perro.

"Hija, ya te puedes quitar la venda". Y cuando lo hizo. ¿Qué encontró frente a
ella? ¿El cachorro canino que tanto ansiaba? No. Una pecera, no muy grande, y
dentro de él un extraño pez negruzco, alargado y con bigotes que se arrastraba,
inquieto, entre las algas recorriendo su nueva morada. "¿Qué es eso?" Pregunto
Laurita con voz contrariada. "Un pez gato!!!" respondió orgulloso su padre, "¿Te
gusta, Laurita? Ya tienes tu propia mascota".

Laurita no dijo nada, quedó con un gesto ausente observando las evoluciones de
aquel pez tan raro que no paraba de moverse. "Y ahora Laurita, habrá que ponerle
un nombre. Yo había pensado en Neptuno... o Costeau... o..." El padre pronto fue
interrumpido: "Fernando, deja que elija la niña. Laurita, ¿Qué nombre le quieres
poner?". Laurita mantenía la lejanía en su mirada y esta ya traspasaba al propio
acuario. Unos segundos angustiosos para los padres dieron paso a la respuesta de
Laurita: "Sucio". La madre dio un pequeño respingo al escuchar aquel nombre tan
despectivo: "Bueno, hija, mañana quizá se te ocurra otro nombre más adecuado".

Y allí quedó el pez, semi-abandonado y anónimo en un rincón del salón (Laurita
no permitió nunca que lo transladasen a su habitación). Sólo la madre de Laurita
le surtía de los cuidados mínimos para su subsistencia y cada día le daba de
comer con el mismo entusiasmo con que quitaba el polvo de las figuritas del
armario.

A su vez, y quizá sin saberlo, Laurita gestó un agudo resentimiento hacia aquel
animal que había sustituido a su ansiado perro. Ahora su subsconciente había
encontrado la vía de acabar con ese inútil bicho que había impedido que Laurita
disfrutase de un cachorro al que podría regañar cuando mordisqueara sus muñecas o
se mease en las cortinas.

Laurita leyó una vez que los peces de acuario son muy sensibles a los cambios en
el PH del agua. Sí vertiese una cantidad suficiente de orina en el agua de la
pecera, el ácido úrico conseguiría variar notablemente el valor del PH
originando la muerte del pez bigotudo sin que nadie supiese jamás cual pudo ser
la causa del fallecimiento. El crimen perfecto.

El plan de Laurita era el siguiente: Invariablemente, las tardes de los jueves,
poco antes de que Laurita sale de su clases de piano, su madre abandona la casa
para irse a cotillear junto a una amiga que reside en el mismo barrio. Por
espacio de tres horas o más, la casa queda sola. En ese periodo de tiempo,
Laurita podría consumar su fechoría con toda tranquilidad.

Laurita fijó un día para llevar a cabo dicho plan y estudió cada detalle hasta
obsesionarse de tal manera que incluso varias noches tuvo una extraña pesadilla
en la que su salón se había convertido en un acuario gigante donde ella perseguía
al pobre pez gato y, cuando casi le tenía atrapado, una cegadora luz roja
inundaba el salón, momento en el que se despertaba sobrecogida.

Dicha pesadilla se repitió un par de veces hasta que llegó el día elegído, el
día en que se consumaría el sacrificio maligno que hicese comprender a Dios que
con Laurita y sus notas de historia no se juega.

Continuará...

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